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LA INMORALIDAD EN LA FORMACIÓN DE LA LEY Y EN SU INTERPRETACIÓN

Publicado el 20 de Junio del 2007

     Publicamos hoy este artículo de José Manuel García García, cuyas reflexiones nos parecen de la más absoluta actualidad y además cargadas con toda la fuerza de la razón.

     

     En los últimos tiempos se viene abriendo paso una forma de hacer Derecho en algunos sectores, que debería ser motivo de gran preocupación para los políticos y parlamentarios de altura que desconocen la corruptela existente y la falta de ética de esa forma improcedente de actuación.

     

     La práctica que se denuncia aquí y se produce en diversos ámbitos, consiste en que determinados grupos de presión muy poderosos se acercan a ciertos escalones intermedios o inferiores de la Administración y consiguen que éstos aprueben determinados anteproyectos o proyectos de normas jurídicas que tienen un enorme parecido con la figura de los negocios simulados y fraudulentos. Se trata de dar una cobertura de seriedad a determinados proyectos apoyados en una cierta apariencia técnica, en la complejidad de la materia, en la socorrida referencia a motivaciones de eficacia, simplificación, seguridad e incluso en el interés general. El acto simulado es esa apariencia de beneficio para la sociedad. El acto disimulado es el beneficio exclusivo del grupo de presión.

     

     Una vez con la envoltura técnica indicada para el fin pretendido y con la apariencia de la actuación beneficiosa para el interés general, se pasa el anteproyecto al órgano superior, que de modo confiado le da el visto bueno y seguidamente con ese importante salvoconducto, pasa ya al Parlamento o al Consejo de Ministros, según la clase de norma, para su tramitación y aprobación correspondiente.

     

     En este escalón superior que, indudablemente es serio, es ya muy difícil que los afectados puedan pretender que se introduzcan enmiendas parciales y no digamos ya enmiendas a la totalidad. Está en juego incluso el prestigio del propio grupo parlamentario, pero no sólo eso, es que los parlamentarios suelen desconocer todo lo que hay debajo del anteproyecto o proyecto correspondiente.

     

     En estas circunstancias, lo normal es que se apruebe la Ley correspondiente, que ciertamente puede tener algunas enmiendas parcialmente subsanatorias del proyecto inicial, pero siendo ya muy difícil que cambie la filosofía general del mismo.

     

     No contento con ello el poderoso grupo de presión de que se trate, según la materia, suele seguir presionando al escalón intermedio para que efectúe después, una interpretación favorable de la norma aprobada, para cubrir todos aquellos puntos en que se observa que por una precipitada redacción, podrían utilizarse los diferentes elementos de interpretación del artículo 3 del Código Civil para reconducir la ley injusta a un entendimiento de la misma más civilizado.

     

     Y efectivamente, consiguen que se vayan dictando interpretaciones que van beneficiando progresivamente todavía más al poderoso grupo de presión que, ya sin límite alguno, sigue exigiendo nuevas actuaciones al órgano del escalón intermedio, y éste, sin ningún límite moral, legal, humano o constitucional, sigue la senda del descaro, de la desvergüenza, de la inhumanidad y de la injusticia. La complejidad de la materia, el disimulo en las argumentaciones, la apariencia de interés general continúan la labor demoledora para las personas y grupos más débiles.

     

     Ante esta situación deplorable, los afectados, como siempre ocurre, se distinguen a su vez en varios grupos y subgrupos.

     

     Un grupo de afectados guarda absoluto silencio porque no quiere molestar ni enfadar al órgano intermedio, e incluso, aunque parezca mentira, colabora con el propio órgano intermedio, ayudándole en su trabajo de interpretación demoledora y de destrucción de la legislación vigente.

     

     Otro grupo se esconde temeroso en sus respectivos habitáculos, haciendo subterráneamente su tarea diaria, o bien incluso haciendo tareas ajenas a su labor profesional contentos con sus juguetitos de diversa índole, que les dan gran satisfacción, despreocupándose totalmente de la situación existente.

     

     Otro grupo sólo ve el cocido diario de cada día y busca denodadamente mejorar de posición dentro de la inmundicia existente, a pesar de que, en esa situación, todo adelantamiento y mejora de posición serán efímeros.

     

     Todos estos subgrupos podrían entrar en la categoría general de los que podrían denominarse “fuerzas muertas, pasivas, colaboracionistas o temerosas”. No saben, no contestan, temen, tienen familia, etc.

     

     Frente a ello, como también suele suceder, hay otro grupo que podríamos denominar el de las “fuerzas vivas”, porque a pesar del ambiente enrarecido todavía pueden respirar y mostrar al menos la cabeza alta.

     

     Se trata, ante todo, de personas carentes de cargos, que, con su inteligencia y preparación, consiguen explicar a los políticos de altura la situación existente, con importantes argumentaciones, y lógicamente, con esa preparación y credibilidad, han obtenido éxitos espectaculares en determinadas normas frente a los órganos intermedios.

     

      Pero el grupo de fuerzas muertas no atribuye esos éxitos a los verdaderos autores, que son personas prudentes y modestas, a pesar de su enorme preparación y que no consideran conveniente publicar a los cuatro vientos sus logros. Y no sólo eso, sino que a veces determinadas fuerzas muertas pretenden autoatribuirse el éxito de esos logros, suplantando a los verdaderos autores, lo cual ya es verdaderamente esperpéntico.

     

     Otras personas, cada vez más, tratan de colaborar con las fuerzas vivas, mediante la denuncia ante los Tribunales de las actuaciones e interpretaciones de los órganos del escalón intermedio y de los grupos poderosos de presión. La dificultad es enorme, porque tampoco los Tribunales se pueden imaginar que bajo la aparente cobertura de legalidad y de tecnicismo haya debajo una ilegalidad o inmoralidad gigantesca.

     

     En este ambiente, todavía reconducible, pueden adoptarse algunas ideas marco que podrían llevar a lo siguiente:

     

     1º) A desalojar de su actual posición a las fuerzas muertas que guardan absoluto silencio o pierden el tiempo ante la injusticia e inmoralidad manifiestas o que se limitan a decir que aquí no pasa nada y que no sólo están de brazos cruzados o semi-cruzados, sino que colaboran de una u otra manera como verdaderos esclavos de la antigüedad en la construcción de monstruosas pirámides ilegales de la mentira y de la injusticia.

     

     2º) Potenciar a las fuerzas vivas que con gran sacrificio y prudencia están tratando de hacer lo más conveniente en relación con estos sucesos, animándoles para que sigan actuando en la forma que lo están haciendo.

     

     3º) Movilizar a través de la crítica positiva a aquellas fuerzas pasivas que sean de buena fe y todavía recuperables, para que reaccionen adecuadamente y colaboren con los que quieren defenderse de las injusticias que se producen a diario, en lugar de jugar al avestruz y al miedo de las aves de corral.






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