Editorial

A LA DERIVA

Publicado el 16 de Julio del 2014

     Estas últimas semanas nos ha costado mantener una prudente actitud de respeto institucional hacia la actuación errática y cada vez menos mesurada de la junta de gobierno del Colegio, mientras asistíamos un tanto desconcertados al principio, incrédulos luego, enfadados después y en fin hartos, como el propio Gobierno lo está, a la curiosísima “negociación” desplegada con ocasión de la reforma registral. Reforma registral, que se está consolidando en términos tales que hacen temer el riesgo cierto de ruptura de la unidad del cuerpo y que constituyen de hecho un peligro que podía haberse reducido, si no eliminado, con una mínima dosis de tacto y de prudencia.

     

     Lo primero fue desentendernos de la encomienda de la nacionalidad, algo que se comunicó antes a la prensa que al ministerio… que para eso tenemos un flamante departamento de relaciones institucionales con una vocal con altísima experiencia en la brega política. No en vano, el propio departamento de prensa del Colegio ha abandonado la tradicional línea de exquisita neutralidad institucional por la aguerrida crítica política de la acción de gobierno de los ministerios. La voluntad de desertar de la encomienda de nacionalidad se plasmaría luego en sorprendente carta de desahucio en que se conminaba al Estado a retirar los bártulos de nuestras instalaciones puesto que necesitábamos el espacio para menesteres más serios.

     

     Siguieron a este primer desencuentro varias entrevistas en la DGRN en que nos batimos por los ideales de Zaragoza con un arrojo digno de epopeya griega y sin ofrecer alternativa a cambio … que no fuera el cumplir con lo ordenado en la triste asamblea cainita.

     

     Con todo, eran otros tiempos: aún se nos escuchaba; aunque “apostábamos fuerte” por no informatizar, por no llevar el Registro Civil y por que no se nos demarcara como a nosotros nos gusta entender el empeño y a Zaragoza conviene. Nunca antes se nos había convocado a tantas reuniones a las que asistían director, subdirector, secretario de Estado, subsecretario … y hasta el propio ministro. Nadie recuerda tanta paciencia y tanta comprensión, tanta asiduidad en el trato, como las habidas y manifestadas con el decano y sus acompañantes en los últimos meses y en las sucesivas reuniones, sesiones, conferencias.

     

     Se nos hicieron ofertas generosísimas a cambio de un compromiso de cooperación por nuestra parte, compromiso que el Estado puede exigir de sus funcionarios sin necesidad de solicitar la ayuda de subordinados. Ensayó no obstante la junta su respuesta negativa e intentó descargar su responsabilidad en la asamblea de decanos para que se votara a favor de la presentación al ministerio de una oferta que se sabía de antemano condenada al fracaso. Se intimó al decano a asumir su responsabilidad y éste la asumió con gusto confiado en el éxito de su estrategia. Una estrategia, por cierto, perfectamente negativa, porque siempre se ha confesado que más allá de lo convenido en la asamblea de marras, aquella en la que se enfrentó a medio cuerpo contra el otro medio, nunca existió plan alternativo ante la eventualidad de que el gobierno del Estado tuviese la intención de seguir con las reformas.

     

     Se interpretó, incluso, la generosa disponibilidad del ministerio para con nosotros, como una claudicación, una muestra de debilidad de los taimados, y, en fin, un triunfo del partido del NO. Nos cerramos en banda y prometimos a los colegiados lo que no estaba en nuestras manos prometer: que el desarrollo informático solamente se ejecutaría desde el Colegio (el eficientísimo y carísimo SSI), que no se nos adjudicaría el Registro Civil sin nuestro consentimiento y después de haber convenido la adecuada financiación y, en fin, que la demarcación estaba definitivamente parada en los indeseables términos en que se nos anunciaba. Tan confiados estábamos en el éxito de nuestra apuesta que hasta invertimos en programas informáticos cuya cobertura presupuestaria y financiera brillaba por su ausencia –con presupuestos no aprobados- … y todo ello para ejecutar quiméricos desarrollos en bases gráficas, incompatibles con una Ley que tiene toda la pinta de salir en los mismos términos que negativamente informó el Colegio.

     

     Cautiva de su propia estrategia, la junta ha optado en materia de demarcación por una tan abtusa como consecuente línea de confrontación con el ministerio que pasa por conseguir informes contrarios a las líneas vertebrales de la misma (¡como si el negativo informe del consejo de Estado hubiera parado la “demarcación limonera”!) y luego, por anunciar a quien le quiera escuchar que el Colegio se propone recurrir el Real Decreto en contencioso (¡como si el ahora decano hubiera pensado en ello en la anterior demarcación¡; ¡cómo si fuese probable obtener la suspensión de la ejecución¡). Así las cosas, hemos renunciado a negociar los efectos de la demarcación y a corregir sus deficiencias, lo que constituye una gravísima irresponsabilidad del decano y toda su junta. Por lo demás, anunciado de antemano el recurso, ¿cómo puede pretender ese mismo decano ser escuchado por el ministerio?, ¿cómo puede argumentar sobre la necesidad de no agrupar en exceso o de no castigar al Cuerpo?.

     

     Luego, todo han sido sorpresas y desengaños, promesas incumplidas, aventuras individuales y descoordinadas de las distintas vocalías, con sus contradictorias filtraciones a la prensa, relatos fabulados de entrevistas, ruedas de prensa disparatadas… Hasta que llegamos a la última portada de nuestra revista que más parece un reclamo bolivariano o la decorada camisa de los simpatizantes de un partido de la oposición extrema.

     

     La sensatez enseña que cuando canta el BOE –más si lo hace en forma de Decreto Ley- deben callar los hidalgos de feria. Pues no: si el secretario de Estado o el propio ministro anuncian en sede parlamentaria la asignación del Registro Civil se les contesta en los medios evidenciando, de paso, indisimulados afanes de protagonismo; si se publica Ley o Decreto en el BOE, se organiza una rueda de prensa o se entretiene al lector del País con artículos en doble columna perpetrados con amigos del oficio. Se opera en fin como si se tratara de una entretenida opereta en que nosotros somos los buenos y todos los demás, villanos.

     

     Así las cosas, queda reducido el decano al triste papel a que su gestión le ha condenado: a vagar como alma en pena en busca de encuentros casuales, casi clandestinos, en ruedas de prensa, cenas y visitas a las que acuden quienes antes le recibían con agrado. Tristísimo protagonista de una nueva diplomacia del encuentro fortuito, el Decano presidente, cuando no preside ruedas de prensa o presta su imagen al desafuero, promete en encuentros improvisados en pasillos o cenas una cooperación que luego niega con los gestos las portadas (de ser imputables a “su vocalía”), y las palabras, suyos o de los más aguerridos de sus vocales. Y ya tiene perdido el respeto de nuestros superiores que no le creen, que le consideran no fiable, que le huyen cuando es discreto hacerlo, que le consideran mendaz e indiscreto… un representante enojoso de una junta irrelevante.

     

      Pues bien: no nos queda más remedio que cortar con todo ese disparate, recomponer el diálogo leal con el Estado, cooperar y abrir puertas y restablecer la unidad del Cuerpo. Porque es nuestra obligación y porque es absolutamente imprescindible.

     

     

Enlaces

Blog


Síguenos por tu correo electrónico